miércoles, 27 de abril de 2011

La vida secreta de la caspa

No es oro todo lo que reluce, ni es bueno todo lo que se pare en el otro lado del norte del Atlántico. No hablo de diálogos, interpretaciones y efectos visuales, que eso cualquier teléfilo ya lo sabe. Me refiero a esa factura visual que muy a menudo echamos en falta en las series autóctonas y que está presente en casi todas las series norteamericanas (de aquí que incluso su mierda huela mejor). Y digo ‘casi’ porque no lo son todas. En el mundo del cable, del que aquí solamente se habla para alabar joyas como Mad Men, Lights Out, Battlestar Galactica o The Closer, hay series que juegan en otra liga, mucho más regional y con muchos defectos compartidos con la ficción española más casposa.


Me refiero a esas series cuyas discotecas tienen cuatro gatos mal coordinados porque no hay presupuestos para extras, cuyas actrices tienen menos recursos que una actriz porno y que encima tienen una factura visual muy justa, más propia del mundo de las soaps (que ahora parece que está acabando) que de un producto de la meca de la televisión. Todo tiene que ver, por supuesto, con la falta de dinero. No todas las cadenas pueden permitirse series cuyos episodios sobrepasan (en muchos casos con holgura) los dos millones de dólares y, en el caso de estas hijas inferiores de la tele, se nota la falta de tiempo a la hora de planearlas.


The Secret Life of the American Teenager es uno de los más claros ejemplos. Tiene menos decorados y exteriores que Friends (que jugaba en otra división, la de las sitcoms), los diálogos se recitan prácticamente a cámara (y sospecho que muy a menudo con algún becario pasando cartulinas con el guión) y pocas veces hay algo natural. Pertenece a ese mundo oculto donde la caspa está en todo plano y donde también se piensa que “lo que importa no son las formas siempre y cuando conectemos con nuestro público”, mandamiento por antonomasia de la televisión española, que así sigue a años luz (y Crematorio no sirve de ejemplo, que es excepción).


The Secret Life es una serie donde únicamente se habla de sexo y donde nadie se atreve a decir nada remotamente parecido a fuck y no porque sean románticos o porque la reglamentación impida decir este taco en abierto. La cuestión es que una señorona ñoña como Brenda Hampton no puede soltar eufemismos un tanto soeces como haría todo hijo de vecino de diecisiete años y sus chicos se pasan todo el día hablando de “tener sexo”, sin variables ni variaciones pero sí consecuentes embarazos, en algo que si fuera de carne y huesos podría calificarse como la primera comedia sexual de Disney (que para algo ABC Family es de quien es). Y lo mejor es que en sus inicios la odié por cristianófila (que lo es) y por querer adoctrinar con el celibato cuando al final ha acabado siendo un festival anarcosexual para todos los públicos (e igualmente muy, muy rancio). El alegato contra el aborto sigue ahora que la guarra del instituto tiene un bebé en el horno (¿existe esta expresión en castellano?) del judío bonachón que está obsesionado con casarse con todas las preñadas del instituto. Pero lo mejor son otros apuntes ilógicos y más cachondos como la deriva de la cheerleader, la santa que llevaba el anillo de castidad en el dedo y que ahora le explica a su madre que ha tenido sexo oral (eso de la confianza madre-hija se paga caro), la hermana de la protagonista que está obsesionada con ligarse y llevarse a la cama al padre de su sobrino, o los hilos argumentales cómicos alrededor de las pruebas para las enfermedades sexuales. Todo expuesto de forma muy blanca, aunque pueda parecer un oxímoron.


Y The Secret Life, por mala que sea, tiene un público. No hablarán de ella por estos lares como sí se hace con Gossip Girl, pero dio visibilidad a una cadena y de allí Calvin Klein ha sacado modelos para vender su ropa interior. Para que los acomplejados vean que no todo lo que sale de allí vale la pena, aunque sean productos tan y tan y tan malos (en todos los aspectos) que hasta hacen gracia (en lugar de dar vergüenza ajena).

2 comentarios:

Ellisto dijo...

Ya, si vale que la falta de presupuesto haga mucho por bajar la calidad de una determinada serie. Aunque mayormente es una cuestión de chapuceria.
Recordemos Embrujadas, sin duda tenían un presupuesto muy decente. Sin embargo los argumentos, actuaciones y extras eran sencillamente patéticos.

Crítico en Serie dijo...

Exacto. La falta de presupuesto excusa algunas cosas, otras no. GREEK tenía un presupuesto ínfimo pero unos guiones divertidísimos que disimulaban sus defectos y humildad de medios. Pero The Secret Life es llanamente mala y las interpretaciones dan vergüenza, al igual que los planos elegidos en los diálogos.